El «management» tradicional sigue basándose en el éxito de la ingeniería en los procesos técnicos, de manera que equipara recursos materiales con recursos humanos. Este management pretende extrapolar los éxitos de la técnica a la gestión de personas.
Estos conceptos fueron introducidos por un ingeniero americano, Taylor (taylorismo), en su célebre libro «scientific management» y puestos en práctica por industrias como la Ford.
Poco a poco, este management tradicional evolucionó por influencia del empuje japonés, más atento al factor humano, y finalmente gracias al management moderno y humanista nos hemos dado cuenta de que lo importante para que una empresa obtenga buenos resultados son las personas y su talento.
Cuando se habla de adaptación al cambio, se habla de la necesidad de que los profesionales sepan innovar en su organización. Y eso se consigue cuando los trabajadores se sienten comprometidos. Pero ¿cómo hacer que un profesional se sienta comprometido con su organización? Las claves son las que dictan el sentido común: que su organización esté comprometido con él, no sólo en cuestiones salariales, sino en la estabilidad en el empleo y en las posibilidades de desarrollo; que la organización y sus miembros sean capaces de reconocer el esfuerzo extra que hacen los equipos para que su trabajo sea cada día más eficaz.
El management tradicional habla de los trabajadores como de un «recurso» más. El management de hoy ha constatado que los resultados se optimizan creyendo en las personas, no como un recurso, sino como una finalidad.
Al final, la clave está en los intangibles…
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